La Última Lección de Julieta Fierro: Ciencia, Retos y la Felicidad Perpetua
En un universo donde la verdad es inacabable, algunas estrellas se apagan, pero su luz perdura por siempre. La reciente partida de la doctora Julieta Norma Fierro Gossman (1948–2025), una de las mujeres científicas más importantes en la historia de nuestro país, ha dejado un vacío inmenso en la divulgación. Hoy honramos su memoria compartiendo una de sus últimas grandes reflexiones. En marzo de 2024, en lo que sería una de sus últimas entrevistas, tuvimos la oportunidad de escuchar de su propia voz la pasión y el conocimiento que la convirtieron en una leyenda.
La doctora Fierro describió su juventud con una sola palabra: dificultades. Nos explicó que, en un acto de determinación que marcó su vida, tuvo que escapar de su casa para poder estudiar. Cuando llegó a casa de su madrina, llevaba consigo su ropa, sábanas y un objeto que, para ella, era fundamental: una plancha.
Desde entonces, su vida fue una batalla constante. Resaltó que luchó por una sociedad mejor, en especial para las mujeres, pues las reglas establecidas le parecían profundamente injustas. Denunció que en la cultura, la mujer era vista como un “objeto de sacrificio”, una idea que combatió toda su vida. Luchó firmemente por derechos fundamentales como el del aborto, el acceso a la educación para todas, y que las trabajadoras domésticas tuvieran seguro social y AFORES. Hasta sus últimos días, sus causas incluían la búsqueda de una mejor educación para México a través del programa de la UNESCO y el derecho a una muerte digna.
De niña, Julieta Fierro tuvo tres grandes sueños: ser hada, tener su propio trapecio y un elefante, y ser madre de doce hijos. “No cumplí ninguno”, nos comentó con su característico humor. Aunque no logró ser hada, asistió al Colegio Francés, donde, irónicamente, su promedio en francés era bajo, pero su talento en matemáticas era innegable.
Su camino hacia el cosmos comenzó por accidente: su hermana le sugirió estudiar Física, una idea que en ese momento no le entusiasmaba. Pero todo cambió cuando, ya en la UNAM, un cartel sobre Astronomía encendió una pasión que la acompañaría toda su vida. Se inscribió en la carrera; de cinco alumnos originales, los demás “se fueron evaporando” y al final, solo quedó ella.
La chispa de su vocación como divulgadora, la que la hizo una leyenda en México, surgió de un momento de profundo dolor: la muerte de su madre a sus 13 años. Tenía un hermano con síndrome de Down, y ella encontró en la enseñanza divertida una forma de conectar con él y con sus compañeras. Años después, esa habilidad la llevó a la televisión y a los programas, para cumplir el que se convirtió en su verdadero gran objetivo: acercar el universo a cada terrícola.
El trabajo que la doctora Fierro consideró el más importante en su carrera fue su investigación sobre la evolución química del universo. En esa conversación final, ella nos lo explicó de la forma sencilla y fascinante que la hizo famosa:
“Tres minutos antes de la explosión, solamente había dos elementos en el universo: Hidrógeno y Helio,” recordó. “Luego se expandió el universo, se crearon galaxias, y más elementos se forjaron en las estrellas por la fusión, como el Helio que, al transformarse, generó elementos como el Oxígeno (de masa atómica 16). Al morir las estrellas, ellas avientan esas sustancias al espacio.”
Entonces, en un gesto memorable, Julieta nos invitó a mirar nuestro propio brazo. El mensaje se volvió profundamente personal: “Cada uno de tus átomos, de Oxígeno, Nitrógeno, Hidrógeno, etc., los fabricó una estrella. Y han salido una y otra vez de muchas más. Y aquí estás tú. Cada protón lleva 13.800 millones de años vivo.”
Su trabajo de investigación se centró específicamente en la proporción de Helio por Carbono en las galaxias espirales, descubriendo que el Carbono disminuía en los extremos, mientras que la cantidad de Helio permanecía constante en todas partes. También expresó su profunda gratitud por haber trabajado con el reconocido astrónomo Manuel Peimbert en ese proyecto, así como a Félix Mirabel, el astrónomo galán de su tiempo.
Dato curioso: un personaje de la historia que Julieta Fierro hubiera querido conocer es Moisés, para charlar acerca de sus 10 mandamientos y la falta de las incongruencias de sus leyes.
En esta sección, compartimos algunas de las últimas ideas y recomendaciones que la astrónoma nos legó:
La doctora Fierro sostenía que cada persona posee su propia forma de aprender y que, por lo tanto, no existe un modelo ideal de aprendizaje universal. Consideraba el proyecto de la UNESCO, que ofrece educación gratuita a distancia, como una iniciativa excelente para fomentar el aprendizaje continuo, e hizo un llamado a los dirigentes políticos para que se unieran a ella. Era clara en su postura: afirmaba que la educación holística, en cambio, no era la forma adecuada de aprender.
Enfatizó la importancia de evaluar críticamente la información que se divulga, pues al evitar la desinformación, se eleva la calidad del trabajo y se obtiene una mejor remuneración como divulgador.
Finalmente, nos dejó esta poderosa reflexión sobre la utilidad del conocimiento en nuestra sociedad: “La cultura es la herramienta para no sentirse tan mal” ante la falta de divulgación científica.
Finalmente, quisimos plantearle a la doctora Julieta Fierro una pregunta profunda, basada en las “Lecciones de física de Feynman”: Si la Tierra se fuera a acabar mañana y tuviera que dejar un único mensaje para la siguiente generación de seres inteligentes, ¿cuál sería?
Su respuesta, una de sus últimas reflexiones sobre la vida y el conocimiento, es la lección final que nos deja:
“Dedíquense a la ciencia, porque la felicidad es transitoria. La felicidad es mala compañera, ilusiones. El prestigio, la familia, los amigos, el trabajo, y más importantemente, los retos son lo que producen la felicidad. No los retos triviales, sino los retos complicados. Así es la ciencia: asumir retos todos los días, sabiendo que la verdad no existe. Es inacabable, y provoca felicidad”.
Tras escuchar este mensaje, no queda duda de que Julieta Fierro fue la astrónoma que nos recordó que somos polvo de estrellas. Y aunque su voz terrenal se haya silenciado, la luz de su pasión y su curiosidad por el universo sigue viajando a través de cada libro, cada entrevista y cada mexicano que aprendió, gracias a ella, que cada protón en su cuerpo lleva 13.800 millones de años vivo. Su misión se ha cumplido. Ahora, su legado es inacabable, tal como la ciencia que tanto amó.
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