Cerebro vs Corazón

Fue Aristóteles, 300 años antes de Cristo quien defendía que el corazón era “el continente del alma” y controlaba las funciones corporales, incluidos el pensamiento y las emociones. Sin embargo, con los albores del pensamiento científico y el desarrollo de las neurociencias, se hizo evidente que el cerebro es el campo de juego donde se deciden y controlan las emociones. Aun hoy en el inconsciente colectivo existe una fuerte asociación entre el corazón y las emociones que nos conducen a enamorarnos, pero todas las manifestaciones de estas emociones son el resultado de una serie de procesos neuroquímicos que ocurren en el cerebro. En una primera instancia, toda la interpretación que hacemos del mundo que nos rodea depende de nuestros mecanismos sensoriales, como la visión, el tacto o el olfato y de la experiencia y memorias que formamos durante nuestra vida y almacenamos en forma de redes neuronales que conectan diferentes partes de nuestro cerebro.

Los seres humanos, que estamos insertos en sociedades con características particulares y que vivimos en grupos sociales (como familias y amigos) desarrollamos una serie de gustos y predilecciones que responden a lo que aprendimos insertos en este ambiente cultural. De esta manera, cuando encontramos a otro ser humano, e incluso a otras criaturas, que cumplen con las características que consideramos agradables, nuestros sentidos responden a esta información sensorial, enviando señales no solamente a las zonas del cerebro relacionadas con entender los sentidos, sino también a zonas relacionadas con emociones y con respuestas corporales autónomas, muchas de estas llamadas en conjunto el sistema límbico.

El enamoramiento como una respuesta de estrés.

Inicialmente, cuando encontramos ese ser que nos resulta agradable inicia una respuesta corporal similar a la que presentamos cuando estamos ante un estresor. Los estímulos sensoriales activan estructuras en núcleos profundos del cerebro que forman parte del hipotálamo, la amígdala y el tronco encefálico y estas estructuras inician el fenotipo que reconocemos embriagantemente como enamoramiento.

El hipotálamo es capaz de activar el eje hipotálamo-hipofisiario-suprarrenal y el sistema nervioso simpático. Estos dos sistemas conducen a la liberación de moléculas como la hormona liberadora de corticotropina (CRH), el cortisol, la adrenalina y la noradrenalina, tanto a nivel cerebral como en la sangre. Y estas moléculas nos conducen a experimentar las señales clásicas del enamoramiento, aumenta la frecuencia cardiaca y la fuerza con que se contrae el corazón, las glándulas sudoríparas producen más sudor de lo esperado,la sobreactividad de las neuronas que controlan los músculos conduce a un temblor en ciertas extremidades e incluso en la voz, las respiraciones se pueden hacer más profundas o rápidas, la disminución del flujo de sangre a órganos viscerales como el tracto gastrointestinal provocan una sensación de “vacío” o “mariposas en el estómago” e incluso nuestros niveles de atención cambian, prestando especial atención a la fuente de la estimulación sensorial que inicio todo el proceso.

La amígdala y núcleos neuronales del tronco encefálico contribuyen con muchos de los efectos mencionados y además llevan a otros procesos, como puede ser el quedarnos congelados ante esta persona o incluso perder el control de nuestras acciones. En este sentido, la parte del cerebro que se encarga de controlar nuestros pensamientos y acciones, llamada corteza prefrontal depende de la liberación de un neurotransmisor llamado serotonina y de una adecuada cantidad de noradrenalina para funcionar de forma correcta. Sin embargo, se ha descrito que cuando nos enamoramos hay un descenso en la liberación de serotonina y, como con otros estímulos estresantes, puede darse un aumento significativo en la liberación de noradrenalina. En conjunto estos dos procesos hacen que nuestra parte pensante disminuya su actividad, prestemos mucha atención a los estímulos sensoriales y disminuyamos nuestras habilidades cognitivas, olvidando cosas y tomando decisiones no del todo adecuadas, provocando pensamientos obsesivos e incluso favoreciendo la agresión ante estímulos gatillantes. En esta fase del enamoramiento los seres humanos no analizamos con calma las cualidades de la persona de quien nos estamos enamorando y muchas veces no vemos rasgos negativos. Rasgos que salen a flote tiempo después, cuando poco a poco los niveles de serotonina y noradrenalina vuelvan a la normalidad.

Los circuitos de placer.

En contemporáneo con todo lo mencionado, los estímulos como platicar con esta persona, el contacto físico o el juego, pueden activar zonas cerebrales relacionadas con la experiencia subjetiva del placer, como los son la corteza orbitofrontal, el núcleo accumbens (N.acc) o el área tegmental ventral (VTA). El aumento en la liberación de los mensajeros químicos como la dopamina, la oxitocina y las endorfinas, que facilitan el funcionamiento de los circuitos límbicos del placer y la gratificación contribuyen a la sensación de enamoramiento y participan a mediano y largo plazo en la creación de lazos afectivos.

La oxitocina por ejemplo participa en la creación de los lazos entre madres e hijos durante la lactancia, lazos afectivos que duran toda una vida. Incluso, estas estructuras cerebrales y estos mensajeros químicos se han asociado a la creación de dependencias a drogas de abuso y a la fijación de comportamientos guiados por recompensa. Por lo tanto, estas estructuras y mensajeros contribuyen con la evolución del enamoramiento al amor y en algunos casos a la dependencia de la pareja, finalmente creando lazos afectivos que ayudan a mantener las relaciones por más tiempo y que a la vez nos hacen sufrir de abstinencia al perder o distanciarnos del ser amado.

Un cóctel de químicos.

De esta manera, el cóctel de químicos que se liberan en el cerebro y desde el cerebro hacia todo el cuerpo, que incluyen dopamina, oxitocina, adrenalina, noradrenalina, CRH y cortisol; y su acción en diferentes zonas cerebrales y en órganos periféricos, participa y define esa experiencia subjetiva, en ocasiones estresante, mayoritariamente emocionante e idealmente gratificante que llamamos enamoramiento y amor.

Referencias

  • Boer A, Van Buel EM, Ter Horst GJ. Love is more than just a kiss: a neurobiological perspective on love and affection. Neuroscience 2012 201:114-124. doi:10.1016/j.neuroscience.2011.11.017
  • Kringelbach ML, Berridge KC. Toward a functional neuroanatomy of pleasure and happiness. Trends in Cognitive Science 2009 13(11): 479-487. doi:10.1016/j.tics.2009.08.006