Ciencia más Heavy Metal

El 16 de mayo es especial para muchas personas en el mundo, incluyendo a quien tiene el honor de escribir estas líneas, ya que se celebra el “Día Internacional del Heavy Metal”. El heavy metal (metal pesado) o simplemente metal, es un género musical que evolucionó del rock, cuyo origen se dio entre las décadas 60 y 70 con bandas como Led Zeppelin, Deep Purple o Black Sabbath. La fecha de celebración se declaró tras la muerte de uno de los más grandes exponentes, el cantante Ronnie James Dio, cuya voz sorprendía por su amplio registro vocal. Ronnie fue integrante de bandas históricas como Rainbow, Black Sabbath y DIO, además popularizó uno de los símbolos más representativos, la famosa “mano con cuernos”. El metal, más allá de ser un tipo de música, se ha convertido en una cultura que goza de gran popularidad. Seguramente, te preguntarás por qué una revista especializada en ciencia está reseñando este tema, he aquí parte de la relación entre el metal y el conocimiento científico.

Es bien conocido que el desarrollo tecnológico influye en todos los ámbitos de nuestra vida y que la tecnología tiene como base el conocimiento científico. La música no es la excepción; en particular, el metal ha explotado al máximo los avances tecnológicos, ya que elementos fundamentales de su sonido como la mayor presencia del bajo y la batería, los sonidos distorsionados de guitarra y los múltiples efectos en los sintetizadores, han sido posibles por las mejoras en los instrumentos, amplificadores, sistemas de audio, de grabación, mezcla y masterización. Asimismo, la técnica para cantar el género precisa de un conocimiento mínimo de la fisiología de los aparatos fonador y resonador. Así que no basta con componer una buena canción, para su transmisión óptima, se requiere de elementos científico-tecnológicos que generen la satisfacción sensorial del público. En efecto, los sonidos producidos en el metal no son solo perturbaciones desordenadas del aire, es decir, ruido; por el contrario, se emiten vibraciones ordenadas, cuyos armónicos y cadencia son percibidos por el oído; asimismo, toda esta información es procesada por el cerebro y quienes somos afines con este género, tenemos la sensación de bienestar y placer por la correspondiente producción de dopamina en nuestro cuerpo.

En otro sentido, es natural pensar que el metal y la actividad científica son mundos tan diferentes, que es poco probable que alguien pudiera combinar ambas disciplinas. Sin embargo, Mark Jansen, guitarrista de Epica, posee una maestría en psicología; y los rockeros Brian May (Queen), Greg Graffin (Bad Religion) y Dexter Holland (The Offspring), son doctores en astrofísica, zoología y biología molecular, respectivamente. Puede resultar poco creíble, ya que se asocia a los músicos del género con el abuso de sustancias, rebeldía, violencia, delincuencia e ideación suicida; mientras que quienes se dedican a la ciencia, probablemente sobresalían por tener las mejores calificaciones en la escuela y su buena conducta. Más allá de la certeza o inexactitud de estas ideas, en mi experiencia, que incluye mi labor como cantante en una banda de metal por más de 20 años y mi formación científica como químico de alimentos y doctor en biotecnología, puedo asegurar que las formas de actuar socialmente reconocidas como negativas o positivas, se encuentran en cualquier ámbito profesional. Asimismo, puedo atestiguar que el metal y la ciencia comparten elementos fundamentales, pues ambas son carreras llenas de obstáculos y demandan perseverancia, paciencia, resiliencia, tenacidad, determinación, orientación al detalle, curiosidad y creatividad. Realmente no ha sido sencillo, compaginar ambos mundos implica fijar objetivos claros, diseñar estrategias para lograrlos, aprovechar las herramientas tecnológicas disponibles, asociarse con colegas que trabajen en equipo, orientados a construir, y administrar toda la pasión que nuestra vocación demande.

El mes de mayo resulta ser muy interesante para mí, ya que además de celebrar el día internacional del heavy metal, un día antes en México, se celebra a quienes ejercemos la docencia. También, fue un 15 de mayo del año 2019, que se hicieron reformas constitucionales relevantes en materia de educación; en especial, quiero destacar el establecimiento del derecho de las personas a gozar de los beneficios del desarrollo de la ciencia y la innovación tecnológica. En consecuencia, quienes nos dedicamos a la enseñanza de conocimientos científicos y tecnológicos tenemos un fuerte compromiso, ya que con nuestra actividad, contribuimos a la instauración de este derecho.

La ciencia, es fundamental para la comprensión del mundo que nos rodea y juega un papel clave para hallar las soluciones a los nuevos desafíos económicos, sociales y medioambientales que enfrentamos en esta era, pero que son necesarios afrontar y resolver para alcanzar un futuro convenientemente sostenible. Por lo tanto, es un privilegio poder transmitir el conocimiento en materia de ciencia y tecnología, así como tener la posibilidad de formar a las nuevas generaciones. Quienes se sientan identificados de alguna forma con este testimonio, perseveren con pasión su vocación, revestidos de paciencia y no paren hasta que materialicen los sueños que anhelan, por lo menos, hasta que la fuerza de la naturaleza o un poder superior lo determinen. Sugiero que practiquen un creciente desapego de la idea “no se puede” y que construyan paradigmas nuevos.

Mi carrera científica me ha llevado a realizar actividades altamente estimulantes como la docencia y la experimentación; por su parte, la música me lleva a rebasar los límites de mi creatividad, siendo pieza clave para mi estabilidad emocional y mi equilibrio mental. En consecuencia, el vínculo que he construido entre ambos mundos es motivante, es un círculo virtuoso que me hace ser un tipo feliz. Pocas cosas se pueden comparar con la satisfacción que se experimenta al transmitir conocimiento, generar uno nuevo o pararse en un escenario y que el público coree tus canciones. ¡Feliz día del heavy metal!