La Era de la Nanofarmacologia

Si he aprendido algo en mi breve tiempo como mujer de ciencia es que cuando salen a la conversación palabras largas y compuestas, entonces aquellos que no tengan el oído hecho, se asustan. Es un fenómeno curioso, pues a todos nos ha pasado. Nos asustamos de lo que no sabemos, lo nuevo, es instinto, es adaptativo, ¿verdad? Bien, pues nanofarmacología es una de esas palabras y, desafortunadamente, no se refiere a nano pastillas de aspirina o nanorobots reparadores de arterias…no exactamente. La farmacología es el estudio de la interacción de sustancias bioactivas con el cuerpo, el mecanismo de acción y la degradación de ellas. En definitiva, todo lo que tiene que ver con las sustancias que entran en contacto con el cuerpo. Es una disciplina bella, para mí son como pequeñas historietas sobre fármacos, pero puedo entender que no todo el mundo comparta este gusto. Por otro lado, está la palabra, “nano “y lo que la misma conlleva. Lo “nano” es todo aquello que está dentro de la escala nanométrica. En particular, se hace alusión a aquello por debajo de los 100 nanómetros que haya sido sujeto a algún tipo de
ingeniería.

La nanofarmacología estudia la interacción de moléculas bioactivas de tamaño nanométrico con el cuerpo. Estas suelen ser moléculas encapsuladas en sistemas de liberación que permiten la absorción controlada del medicamento en el cuerpo y además lo protegen y preservan. El ejemplo más famoso hoy es quizás la vacuna de Pfizer compuesta de ARN encapsulado en unas nano vesículas lipídicas. Sin embargo, la nanofarmcología no está limitada a la vectorización de fármacos y también incluye sustancias bioquímicamente inertes como las nanopartículas de oro. Existen muchos ejemplos de nanofármacos pero el primero, Doxil, fue aprobado por la FDA hace casi 20 años. Doxil es un fármaco de quimioterapia encapsulado en liposomas indicado para el cáncer de ovarios, el linfoma de Hodkin y otros tipos de cáncer. En sus inicios la nanofarmacología adquirió gran interés en el campo de terapias contra el cáncer debido a que, por su tamaño nanométrico, estas sustancias presentan una mayor tendencia a ser acumuladas en los tumores. Otro desarrollo que ha atraído interés en los últimos años son las nanopartículas de oro. Estas se acumulan en las zonas donde hay crecimientos tumorales, y cuando son irradiadas con una luz de onda determinada, disipan rápidamente la energía al medio en forma de calor localizado. Esto, puede ser aprovechado para elevar la temperatura de células tumorales y así producir la muerte de células cancerígenas. Sin embargo, el campo de la nanofarmacología no está limitado a la quimioterapia. Rapamune, por ejemplo, es un tipo de antibiótico formulado en nanoncristales que actúa como inmunosupresor para prevenir el rechazo en los trasplantes de hígado. El nombre genérico es Sirolimus o Rapamicina y fue aprobado en 2010 por la FDA como el primer medicamento de tipo nanocristalino.

A pesar de que los nanofármacos ya son una realidad, para ello se ha tenido que superar adversidades como la falta de equipamiento especializado para caracterizar sustancias nano y el escepticismo de los organismos reguladores hacia la nanotecnología. Es por ello por lo que el día que la FDA aprobó la primera vacuna de ARN encapsulado de la historia, esto puede causar de que se abras varias puertas para otros nanofármacos y sea el inicio de la nanofarmacología. Investigadores, como es Bob Langer del MIT, han dedicado gran parte de sus carreras a las terapias de ARN. Hasta ahora, existía una resistencia o escepticismo con respecto al ARN encapsulado; no es fácil de estabilizar, es fácil argumentar que nos va a cambiar los genes para aquellos que quieran hacer campaña… Es triste que haya tenido que ocurrir la pandemia del Covid-19 para que esto cambie y es inevitable preguntarse si se va a empezar a tomar más en serio otros desarrollos similares por las autoridades reguladoras. Espero que las Universidades impartan más cursos sobre ello, pero sobre todo espero que la nanofarmacología deje de ser una palabra desconocida y pase a ser un rincón de la ciencia del “no asustarse”.

Fotografía: del Departamento de Energía de Estados Unidos. Via Wikimedia Commons