Entre la Literatura y las Ciencias
A pesar de la primera impresión que se pueda tener, la ciencia y las artes se han nutrido mutuamente en la historia de la humanidad. Pensemos un momento que la imaginación y la curiosidad son las bases de ambas. ¿Alguna vez hemos observado la forma en que las hojas de los arboles cambian de color en otoño? Innegablemente es un espectáculo bello. La imagen que se obtiene ha sido retratada en diferentes pinturas; ha sido la base de tantos escritos que no podríamos nombrarlos todos. Pero también ha habido quienes se preguntan ¿Por qué pasa? ¿Cómo sucede? ¿Para qué sucede? El mismo hecho visto de diferente manera, pero en ambos genera gran exaltación.
Cuando hablamos de arte, pensamos en una actividad que genera un producto estético donde quien lo crea deja plasmado un sentimiento, un mensaje. Se suele catalogar las expresiones artísticas en las llamadas 7 bellas artes: Arquitectura, escultura, pintura, música, literatura, danza y cine. Todas han sido influenciadas en algún momento por algún fenómeno natural, pero de estas siete artes, una ha sido la mas utilizada para expresar, criticar y complementar el conocimiento científico llegando a ser incluso profético: la literatura.
El medio escrito permite la explicación más metódica de algún hecho, la descripción puede ser de todo detallada (en ocasiones demasiado), y se puede ser tan directo como quiera, tan apegado a la realidad como guste el autor o alejado de la misma como le convenga. Uno de los géneros más utilizados en la literatura y el más obvio para hablar de ciencias es la actualmente llamada “ciencia ficción”. Para generar algún producto literario que intente entrar en esta categoría, debe tener bases científicas mínimamente correctas o planteadas, pero que pueden moldearse a la historia.
Si pensamos en un cuerpo sin vida conectado a electrodos o cables sobre una mesa de experimentación, imaginamos indudablemente en el monstruo de Frankenstein, protagonista de la novela Frankenstein o el Moderno Prometeo, publicado en 1818, por la autora Mary Shelley. Pero realmente la imagen mental que se planteó al inicio proviene de experimentos generados por Luigi Galvani desde 1780, en los cuales conectaba a diferentes partes del cuerpo algunos cables por los que pasaba corriente eléctrica, generando contracciones musculares involuntarias.
Estos experimentos dieron como resultado la Teoría del Galvanismo, la cual expresaba, en palabras simples, que el cerebro animal genera corrientes eléctricas que permiten el movimiento de los músculos. La Teoría del Galvanismo llegó a ser malinterpretada, y se presuponía que con suficientes descargas eléctricas se podría traer a la vida de vuelta a alguien que ya había fallecido. Evidentemente la aplicación de descargas eléctricas en músculos para la resurrección se quedó meramente en la ficción, pero que haya sido una la inspiración para una novela que termina superando las barreras del tiempo e inmortalizando la base de Las Teorías Galvánicas en el imaginario colectivo lo hace especial.
La literatura también ha sido una herramienta de crítica, no solo a nivel social o político sino también al avance científico o sus implicaciones por medio de escritos de ficción. Uno de los autores que suele hacer esto en sus obras, es H.G. Wells, quien en la mayoría de sus novelas genera una critica a las implicaciones científicas y sus limites éticos.
En “La guerra de los mundos” nos plantea una invasión alienígena en la Inglaterra del siglo XIX, momento en el cual el Reino Unido se mantenía en auge con su sistema colonialista implementado hacia años, pero que se sostenía en ese momento con los planteamientos de un naturalista destacado de la época: Charles Darwin. La supervivencia del mas fuerte, tanto en la naturaleza como en el medio social, fue la excusa perfecta para la corona británica de mantener sus múltiples colonias y países anexados a su imperio, a quienes mantenían sometidos por medio de la fuerza de su desarrollo tecnológico.
Pero, si una civilización con un mayor avance tecnológico puede someter a otra y esta ultima debe dejar que el mas fuerte gobierne, ¿Por qué tendríamos que dejar que seres provenientes de otro planeta sean quienes nos gobiernen y nos usen a su beneficio por la fuerza? ¿Tenemos derecho a someter a otros humanos e incluso a otras especies por el hecho de simplemente poder hacerlo sin pensar en las consecuencias?
Otra de las críticas que H. G Wells plantea sobre los avances científicos de su época son la necesidad real de las vivisecciones, las cuales consistían en generar análisis anatómicos en animales vivos, en los cuales la observación en vida de estos procesos debía hacerse de primera mano, mientras sucedían, por lo que no era raro que se abrieran animales mientras hacían la digestión. En la novela “La isla del Dr. Moreau” nos describe el dolor y el sadismo de esta práctica en animales que, a ojos del científico que las lleva a cabo, están totalmente justificadas y son necesarias para el avance científico, pero que, a ojos del protagonista, en realidad no tienen un fin real por lo que es totalmente obsoleto e inmoral.
El conocimiento es poder, pero ¿Qué hacer con ese poder? ¿Tener saber demasiado te hace apto para decidir sobre los demás? ¿Qué costo debemos pagar por el saber? Parte de estas interrogantes se plantean en la obra “El hombre invisible”, donde seguimos la desastrosa aventura de Griffin, un científico obsesionado con buscar la manera de volver invisible a seres vivos a voluntad, llegando a experimentar consigo mismo, y al lograr su cometido se enfrasca en la tarea de seguir sus experimentos a toda costa para finalmente poder tomar el control del mundo, ya que, si el tiene el conocimiento para lograr la invisibilidad, es el mas adecuado para gobernar a todos.
Si bien podríamos seguir con más ejemplos de cómo se han visto reflejadas diferentes avances científicos en la literatura a lo largo de la historia, de las diferentes criticas que se han efectuado en textos de ficción, o como una fascinación en común puede generar tus productos que a simple vista parecen antónimos, arte y conocimiento teórico-practico, pero considero que el lector de esta nota puede hacerlo por su cuenta, al fin al cabo, ya llegó hasta aquí.
Fotografía: Trabajo de Tasha Carla, via Wikimedia Commons.
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