Epigenética: entre la biología y la consciencia; un aliado contra el cáncer

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La epigenética desde la visión de un médico

México ha sido mi hogar: mi estancia en este bello sitio de nuestro inigualable mundo me ha permitido crecer como alma y como ser humano, formando una perspectiva de la vida que enriquezco con cada aprendizaje en cada etapa de mi viaje. Durante esta experiencia me convertí en médico y en científico, lo cual continúa siendo toda una aventura, una que día a día me enseña a apreciar la diversidad de nuestra especie, a valorar la salud y, sobre todo, a valorar la vida.

Parte de la experiencia humana conlleva un inevitable sufrimiento, a veces como consecuencia de la enfermedad, un proceso que como médico procuro que cause el menor daño posible, y que en la mayoría de los casos conduzca al individuo a restaurar el equilibrio (lo que conocemos como homeostasis) dentro de sí, recuperando la salud, ya que esa es una de las tareas del médico, más no la única, pues también jugamos un rol de educadores: fomentando la prevención, con acciones que tienen un peso enorme en la historia de cada uno como seres humanos. Y es que la prevención es un acto de amor propio, un acto de consciencia en su máximo esplendor, un ejercicio de libre albedrío con la capacidad de permitirnos elegir (hasta cierto punto) la manera en la que abandonaremos este mundo al final de nuestros días.

En mi actual faceta como investigador, me dedico a comprender la vida desde la epigenética, ciencia que estudia los mecanismos moleculares involucrados en la regulación de la expresión del ácido desoxirribonucleico (ADN) que no modifican su secuencia; en otras palabras, a entender cómo la consciencia de la naturaleza y nuestra propia consciencia interactúan para darnos vida a través de la expresión del código genético. Los mencionados mecanismos moleculares, en conjunto, constituyen una capa de información única para cada célula del organismo, una firma conocida como epigenoma, —siendo -oma un sufijo de origen griego cuyo significado hace referencia a un conjunto, aglomeración, estructura o proceso biológico—.

El epigenoma como la fuente de la diversidad biológica, una parte esencial del interactoma

El genoma (el ADN contenido en 23 pares de cromosomas dentro del núcleo celular, en conjunto con el ADN mitocondrial, «la enciclopedia de todos los genes»), el transcriptoma (el total de moléculas de ácido ribonucleico [ARN], la colección de todas las lecturas de genes presentes en una célula) y el proteoma (el conjunto completo de proteínas que se expresan según el genoma) conforman, jerárquicamente, a las tres mayores capas de información biológica de las que se tiene conocimiento; mientras que el epigenoma, como una cuarta capa, está constituida por la actividad de diversos tipos de ARN y proteínas que por medio de señales específicas modulan la expresión del código madre, el ADN. Estas cuatro capas son pilares fundamentales y participan en la red de interacciones moleculares presentes en cada célula, esta red recibe el nombre de interactoma.

El epigenoma va adquiriendo «forma» a través del tiempo. Luego de la fecundación, las células que darán origen a un ser vivo más complejo se diversifican en forma y función; se diferencian de acuerdo a su epigenoma, pues a pesar de poseer el mismo genoma, los genes encendidos y apagados no son los mismos entre cada tipo celular, y por ende, su transcriptoma y proteoma también son distintos.

Así como ocurre en otros seres vivos —como en los hongos, plantas, insectos, nematodos y otros que coexisten con nosotros en la TIerra—, parte de su epigenoma es heredado por las células que les dieron origen. La evidencia sugiere que esto mismo sucede, pero a una mayor escala, a nivel generacional como especie humana: parte de nuestro epigenoma es resultado de la experiencia de vida de nuestros predecesores, una herencia epigenética, un rasgo evolutivo que determina en cierta medida nuestro destino físico a lo largo de la vida.

Y esto es debido a que cada individuo, durante la experiencia, constantemente reescribe el epigenoma de sus células, lo que quiere decir que absolutamente toda vivencia influye en tal reescritura, en la reversibilidad y/o modificación de los mecanismos epigenéticos, que en lo personal considero forman parte del proceso evolutivo que conlleva la existencia en este mundo. Todo parece indicar que la herencia no solo es genética, que no solo podemos heredar la información a través del ADN, sino también por medio de mecanismos que influyen en cómo funciona dicho código.

Tu periodo prenatal, tu nacimiento, tus primeros años de vida, la comida que comes, la calidad del aire que respiras, las medicinas que tomas, los pensamientos que tienes, la actividad física que realizas, la clase de bacterias que alojas en tu organismo (alrededor de 40 billones), la manera con la que reaccionas ante las circunstancias del día a día, la atención que le pones a tu salud mental… todo influye (y ha influido) en el tipo de información que transmites a las células que te conforman y que aproximadamente cada cien días son reemplazadas: estamos hablando de un estimado de 30 billones.

Si somos conscientes de esto, y ampliamos nuestra perspectiva, cada ser vivo se crea a sí mismo a través de la formación de nuevas células con el mismo código genético, aunque con un epigenoma distinto con información que, si bien puede conducir a la homeostasis y con ello a preservar la salud, también puede contribuir a un desequilibrio progresivo capaz de desarrollar enfermedad.

En este punto, es inevitable pensar que en gran medida físicamente definimos nuestro destino mediante la toma de decisiones en los escenarios que se nos presentan día con día. El entorno externo interactúa con el interno y este es reactivo consigo mismo como parte de la construcción de la experiencia, «somos lo que vivimos».  

Somos capaces de sanar a través del empoderamiento de nuestra consciencia, los mecanismos epigenéticos son el medio para conseguirlo.

“Nuestra consciencia está creando nuestra experiencia de vida… entre la consciencia y el cuerpo se halla la epigenética conectando a ambos.”

Bruce Lipton

¿Cómo influye la epigenética en el cáncer?

El crecimiento desordenado de células que adquieren la capacidad de diseminarse (el cáncer), es el resultado de alteraciones a nivel genómico que modifican la secuencia del ADN (mutaciones) que tienen la capacidad de perturbar al interactoma a distintos niveles. Ciertas mutaciones promueven la formación de moléculas aberrantes (ARN y proteínas), y con ello, se pueden modificar los procesos epigenéticos mediados por algunas de ellas, de manera que si el genoma se ve alterado, el epigenoma también lo estará. No obstante, las alteraciones epigenéticas por sí mismas son consideradas como factores importantes que contribuyen a la tumorigénesis, lo cual indica que al igual que como ocurre en el resto de las enfermedades, el epigenoma es determinante en el estado de salud.

El cáncer en humanos tiene un componente hereditario (las mutaciones son heredadas) o familiar (la enfermedad se presenta en más de un miembro de la familia sin la implicación de mutaciones heredadas) que abarca del 5-10 % de todos los casos, mientras que en la gran mayoría (> 80 %) surge de forma esporádica (las mutaciones son adquiridas). Estos datos permiten dilucidar el impacto que tienen en la sociedad hoy en día los diversos factores de riesgo asociados a cada tipo de cáncer, pues al ser conscientes de su relevancia podemos evitar la enfermedad o detectarla a tiempo.

Sin embargo, es importante señalar que a diario todos y cada uno de nosotros, a través de procesos biológicos perfeccionados a lo largo de miles de años de evolución, estamos evitando la generación de células cancerosas; en primer lugar, reparando los billones de mutaciones que se estima que por día surgen en el cuerpo como consecuencia de la interacción con el entorno, y si tales reparaciones no son exitosas, mecanismos adicionales como el arresto celular permanente (senescencia), que «inactiva» a la célula en cuestión, o la muerte celular programada (apoptosis), pueden activarse impidiendo el desarrollo y proliferación de las células afectadas. Por otro lado, si estos mecanismos fallan, un sistema inmunitario competente puede encargarse de erradicar en última instancia a las células tumorales.

Finalmente, en la eficiencia de estos procesos, mucho tiene que ver la manera en la que procuramos nuestra salud física y mental, pues en gran medida somos responsables del tipo de moléculas que se movilizan dentro y fuera de cada célula del organismo, del epigenoma que renovamos a cada instante.

Percibirnos como el hogar de millones de procesos ocurriendo al mismo tiempo con la finalidad de crearnos, como el resultado de la transformación de la materia que habita y circula en este planeta, como seres cuya mente influye en la realidad, y como seres con origen en las estrellas, nos hará reconocer —aun en momentos de enfermedad— el potencial de nuestra especie, la capacidad que guarda nuestro estado de consciencia como directriz para armonizar el interactoma y con ello mantener en balance nuestro ser, creando versiones cada vez mejores de nosotros mismos.

Como médico y científico, hoy me dedico a hallar los mecanismos epigenéticos que podrían ser factibles a modificar biotecnológicamente para restaurar la salud en pacientes con cáncer de mama, y aun más importante, a promover una medicina preventiva consciente, pues para hacer del epigenoma un aliado contra el cáncer basta con tomar decisiones a consciencia, la medicina eres tú.

Me pregunto con esperanza, ¿qué pasaría si las generaciones de niñas y niños adquirieran este conocimiento como parte de su educación?, ¿la incidencia de enfermedades tan terribles como el cáncer sería distinta en las próximas décadas?, yo creo que sí.

“No hay nada que temer en la vida, solo hay que entenderlo. Ahora es el momento de comprender más, de modo que podamos temer menos.”

Marie Curie

El futuro próspero de la humanidad recaerá en las nuevas generaciones que asimilen nuestro legado, un conocimiento que los hará conscientes de su naturaleza y de la naturaleza del mundo que habitan.

Jerarquías ómicas en sistemas biológicos. Cortesía de Juan Manuel Márquez.

El interactoma, un reflejo de la consciencia

Inmersa en agua, yace una red de moléculas que interactúan para dar vida, moléculas que obedecen señales que a nivel orgánico provienen del campo neuronal, estructura necesaria para el reconocimiento y la creación de la realidad. En esta red, conocida como interactoma, las moléculas agrupadas en capas de información biológica son diversas y cada capa mantiene una sinergia con las demás; el genoma, cuyo código es el ADN, representa un pilar fundamental para la creación de la vida al ser la capa que al expresarse es capaz de dar origen al transcriptoma, una segunda capa cuyo código comprende a los diferentes tipos de ARN, de entre los cuales, los de tipo codificante pueden dar origen a una tercera capa primordial conocida como proteoma, la de mayor diversidad y cuyo código comprende a un número todavía indefinido de proteínas.

En el proceso de expresión del genoma es necesaria la actividad de ciertos tipos de ARN y proteínas que por medio de mecanismos específicos proveen de diversidad a las unidades funcionales y estructurales de la vida, a las células. Estos mecanismos, denominados epigenéticos, actúan directa e indirectamente sobre el genoma, es por ello que se agrupan en una cuarta capa de información que recibe el nombre de epigenoma; parte de esta capa se moldea a lo largo de la experiencia de vida, e influye naturalmente en el estado salud, por lo que cada decisión tomada de forma consciente o inconsciente tiene un efecto en lo más profundo de nuestro ser.

“La ciencia no solo es compatible con la espiritualidad; es una fuente profunda de espiritualidad.”

Carl Sagan

Lecturas recomendadas

  • Venditti, S., Verdone, L., Reale, A., Vetriani, V., Caserta, M. & Zampieri, M. Molecules of Silence: Effects of Meditation on Gene Expression and Epigenetics. Frontiers in Psychology https://doi.org/10.3389/fpsyg.2020.01767