Locamente enamorados: Bases neurobiológicas del amor
El amor ha sido definido por la Real Academia Española como “un sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión a otro ser” (1). Esta definición va de la mano con los cambios neurofisiológicos que ocurren durante el “enamoramiento”. Por ejemplo, en la fase del amor ciego, nuestro cerebro esta menos activo en las áreas que regulan el miedo (amígdala), la alerta, la atención y la toma de decisiones (corteza prefrontal) (2); mientras que otras áreas cerebrales que se activan por recompensantes naturales (como la comida y el sexo) o artificiales (como drogas de abuso) están muy activas (área tegmental ventral, núcleo accumbens) (3). Así entonces, nuestro cerebro solo nos permite ver lo “lindo y positivo de nuestro(a) enamorado(a)” y no sus defectos inherentes.
Como fue definido por la Dra. Helen Fisher (Rutgers University de New Jersey, USA) el amor pasa por fases reguladas por nuestro cerebro como el “amor romántico”, “el deseo/atracción sexual” y el “apego o cariño”, donde neurotransmisores y neuropéptidos (señales químicas que permiten la comunicación entre neuronas) como dopamina, serotonina y oxitocina, y las hormonas sexuales como estradiol y testosterona juegan un rol fundamental en estas fases. Por ejemplo, la dopamina promueve la búsqueda de lo novedoso como “buscar” y “querer” enamorar a alguien, otorgando la motivación suficiente para alcanzar este objetivo, mientras que los niveles altos de dopamina en regiones cerebrales que regulan las emociones son responsables de ese “amor loco” y de la obsesión que se siente por el/la enamorado(a). Por otro lado, la serotonina promueve en el enamoramiento el afecto, el cariño y esa sensación de bienestar y felicidad que se da en el amor romántico, mientras que la testosterona (principal hormona masculina) y el estradiol (principal hormona femenina), no exclusivas de un sexo en particular, también juegan un rol particular en el enamoramiento.
Por ejemplo, los niveles altos de testosterona en hombres promueven la búsqueda de “nuestro enamorado(a)” y cuando logramos esta meta, los niveles de testosterona disminuyen para reducir las conductas de agresividad, facilitando “el amor romántico”, mientras que, en mujeres, los niveles de hormonas también se adaptan para favorecer conductas más osadas al buscar la pareja. Por supuesto, ambas hormonas sexuales, la dopamina y la serotonina tienen un rol primordial en la fase de atracción sexual para favorecer conseguir pareja y aparearse.
Mi laboratorio y otros hemos demostrado que las neuronas dopaminérgicas y serotoninérgicas, implicadas en los circuitos del amor, son también reguladas por las hormonas sexuales, promoviendo una mayor síntesis y liberación de estos neurotransmisores, lo que explica como el amor, el sexo y la búsqueda de lo que queremos aumentan después de la pubertad (4, 5).
Por último, en la fase de “apego y cariño”, donde después de la atracción sexual y enamoramiento, la pareja se mantiene unida por mucho tiempo y donde se ha favorecido la crianza y cuidado de la descendencia, el neuropéptido oxitocina juega un rol fundamental. Sin lugar a dudas, la neurobiología del amor es un tema apasionante de estudiar, ya que el amor es un sentimiento que ha llevado a la locura, a construir reinos e imperios, e incluso a matar, pero también ha sido fundamental para la perpetuación de nuestra vida como ser humano.
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