La importancia del Neurodesarrollo en Neonatos
Los padres siempre se preguntan cómo pueden contribuir al buen desarrollo de sus niños. Cómo ellos pueden hacer que sus hijos alcancen su mayor potencial. Esto no solo implica una buena nutrición para mantener un peso y talla adecuados, sino también el generar un entorno adecuado para el buen desarrollo neurológico.
Cuando hablamos de un buen neurodesarrollo, nos referimos a la correcta maduración del sistema nervioso. Por consecuente, al buen desempeño de las funciones motoras, comunicativas, cognitivas y sociales a una edad adecuada. Esta maduración es dinámica, y ocurre a lo largo de nuestra vida; aún incluso llegando a la edad adulta. Para cumplir con estos objetivos, el infante no solo necesita de una buena nutrición, sino también de los estímulos correcto. Al mismo tiempo, se precisa del seguimiento de un evaluador, el cual pueda estimular las capacidades del niño y detectar cualquier alteración o posible riesgo de forma oportuna (1, 2).
Con la intención de facilitar un buen neurodesarrollo, existen varias funciones neurológicas que se van desarrollando, de las cuales podemos destacar las siguientes:
A modo de ejemplificación, la Tabla 1 muestra algunos ejemplos de ejemplos de funciones básicos, con periodos de desarrollo deseables. El neurodesarrollo del ser humano es un proceso dinámicamente complejo. Aún tras llegar a la edad adulta, la base funcional requiere de recursos básicos para seguir desarrollándose (2).
Funciones Motoras | Funciones de Comunicación | Funciones Cognitivas | Funciones Sociales |
Control cefálico a los 2-3 meses | Balbucear a los 6 meses | Descubrir juguetes a los 8 meses | Indicar/señalar deseos o necesidades a los 15 meses |
Caminar sólo a los 12 meses | Decir mamá o papá a los 10 meses | Solicitar ayuda a los 18 meses |
El ser humano pasa por diferentes etapas durante su desarrollo. Aún antes del nacimiento, podemos empezar la clasificación con la etapa prenatal; seguida por la neonatal e infancia, niñez, adolescencia, juventud, adultez y ancianidad. De entre todas estas, la etapa neonatal es una de las más vulnerables. Esta es la base o “la semilla” para que las etapas subsecuentes evolucionen de forma adecuada. La etapa neonatal comprende desde el nacimiento hasta los 28 días de vida y durante ella se producen importantes cambios de adaptación al medio extrauterino. Antes de ello, el bebé respiraba y se alimentaba por medio de la placenta materna; luego del nacimiento, muchos de sus órganos y sistemas inician su funcionamiento, algunos de ellos crecen, maduran y completan funciones.
El caso del cerebro es muy especial. Durante la gestación, el desarrollo del cerebro requiere mucho más tiempo que el de otros órganos, y aunque su arquitectura está completa al nacimiento, madurará junto a su función durante los primeros años e irá modificándose a lo largo de toda la vida. Es un proceso muy complejo y preciso y existen periodos críticos para el desarrollo cerebral normal, siendo los principales la vida intrauterina y el primer año de vida. Luego de nacer ocurren cambios trascendentes: proliferación neuronal, migración, organización y mielinización; no son etapas consecutivas, se van superponiendo y pueden ser afectadas simultáneamente si existe algún agente nocivo interno o externo en el medio. El neurodesarrollo exitoso tiene estrecha relación no solo con la genética, sino también con el ambiente de estimulación y afectividad que rodea al niño, los cuales influyen decisivamente en la mayor producción de sinapsis neuronales, lo cual implica, a su vez, en la mayor integración de las funciones cerebrales. También la nutrición de calidad y la lactancia materna muestran influencia clave para el desarrollo y resultados futuros de mejor productividad y calidad de vida
El desarrollo infantil, su seguimiento de manera regular y periódica y la detección precoz de signos de alarma que señalen alteraciones en detrimento de su evolución normal, tienen repercusión crucial para lograr el máximo potencial de las capacidades y habilidades de cada ser humano y de la sociedad en su conjunto.
Resulta, entonces, fundamental que el todo el equipo de salud que atiende niños, conozca a profundidad las características propias del neurodesarrollo en las diferentes etapas de la vida del ser humano y en sus diferentes manifestaciones; no solo motoras gruesas, que son las que a menudo suelen priorizarse en los controles de crecimiento y desarrollo, sino en otras áreas como la motora fina, sensorial, lenguaje y socioemocional.
Los padres y otros cuidadores pueden apoyar el saludable crecimiento del cerebro. La exposición al estrés y al trauma pueden tener consecuencias negativas a largo plazo para el cerebro del niño, mientras que hablar, leer y jugar con él pueden estimular el neurodesarrollo. Garantizar que los padres y cuidadores desde los primeros días de la vida y en la primera infancia tengan los recursos y las habilidades para proveer un cuidado seguro, estable, provechoso y estimulante es una importante meta. Para ello es necesario que estos cuidadores sean apoyados y educados por un equipo clínico debidamente capacitado sobre los cuidados neonatales.
Si un neonato tiene problemas pudiera requerirse su internación para observación o tratamiento, generando separación y un ambiente distinto al ideal para iniciar su correcto neurodesarrollo.
Existen casos más complejos, tales como infecciones severas, prematurez extrema, asfixia o patologías quirúrgicas que requieren mayor tiempo de estancia hospitalaria y que pueden someter a los recién nacidos a estímulos nocivos, tales como ciertos procedimientos o tratamientos, el dolor o la separación del niño de su mamá y familia.
Es fundamental en estas situaciones el papel del personal de salud para minimizar los estímulos poco apropiados, reconocer y evitar aquellos que son peligrosos y en especial evitar el aislamiento y favorecer el vínculo madre-bebé. La familia junto con el equipo de salud cuidan y acompañan al bebé, y su rol es fundamental en la recuperación
Fotografía: Créditos a Jason Pratt via Flickr.
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